viernes, 1 de enero de 2010

Inundación del río Sagua en1906...continuación

Continuación de la narración "in situ" de Don Antonio Miguel Alcover (16 y 17 de Junio de 1906)

EL PROBLEMA SUPREMO

El problema supremo que el Gobierno tiene ante la vista, no es ni puede ser otro que el de salvar a la Villa de Sagua La Grande, de futuras inundaciones.

Y como quiera que en otros parajes y lugares del territorio nacional han ocurrido al propio tiempo inundaciones causadas por el desbordamiento de riachuelos, arroyos y cañadas, como consecuencia del generalizado temporal de aguas, bueno es que haga sobre este aspecto de los acontecimientos una pequeña digresión con el fin de evitar confusiones que no deben existir.

Llaman también la atención de todos las inundaciones del Roque y del Aguacate y de otros pueblos más o menos agrícolas. Pues bien, empecemos por convenir en que dignos son sus pobladores de los mismos privilegios de salvación que para Sagua pedimos los que aquí vivimos; pero ni el Roque, ni el Aguacate; ni el Aguacate, ni el Roque, son Sagua la Grande, ni se encuentran en las particulares condiciones de la Villa del Undoso. Y voy a entrar en explicaciones.

Sagua La Grande es sin disputa, una de las poblaciones más importantes, ricas, comerciales y cultas de Cuba. Su urbanización y sus otras muchas circunstancias de ciudad, la colocan con legitimidad en el concierto de las poblaciones importantes del país y acaso de América. Hay aquí un constante y fuerte comercio de importación y exportación; grandes fábricas industriales; talleres inmensos que dan trabajo a un numeroso pueblo obrero; muchos capitales invertidos; empresas que necesitan garantías; como dos mil fincas urbanas entre las cuales pueden contarse magníficos y valiosos edificios públicos y particulares; muchas casas de comercio en las cuales tienen depositados cuantiosos intereses otras del extranjero y de plazas fuertes como La Habana.

Hay una población regulada con la existencia proporcional de clases sociales y profesionales. En la escala relativa cuenta Sagua La Grande con los centros e instituciones que dan carácter a las formaciones urbanas que merecen el título de ciudad. Los intereses que representa dentro del casco urbano, sin tener en cuenta lo rústico, ascienden en su totalidad a algunos millones de pesos y, por último, para no cansar al lector con la exposición de circunstancias, congréganse aquí el recinto urbano y en forma de vecindario, muy cerca de 20 000 almas.

¿Puede considerarse lo mismo el Roque? ¿Llega a esta altura el Aguacate? Nó. Merecen sí, tanto el Roque como el Aguacate, como todo pueblo cualquiera, que no se les relegue al abandono, por el hecho de que sean pueblos pequeños cuya vitalidad solo dependa de la vida agrícola de sus contornos. Deber de los gobiernos es mirar por la salud y por los intereses de esos habitantes, tan dignos como los de los grandes centros y por tanto derecho como el que más. Pero, no será dificil convenir en que allí en donde el peligro es mayor, y los daños son más grandes, y más pobladores lo exigen, y los intereses son más firmes y arraigados ; allí hay que llevar primero la acción eficaz del poder.

Pero hay más argumentos todavía que abonan la prioridad de Sagua para que el Gobierno se ocupe con preferencia de la suerte de este pueblo. El segundo río de Cuba, por su extensión y por su caudal, es el río Sagua La Grande, que nace en la Sierra del Escambray, y en su curso de 35 leguas recoge las aguas de varios afluentes, pero particularmente de dos que por sí solos son tan caudalosos como un río cualquiera de los muchos tenidos por importantes en el sistema
hidrográfico de Cubay desembocan en el mar. Lo que ocurre desgraciadamente en el Roque y en el Aguacate, y en Jagüey Grande, y en San Nicolás, son verdaderas inundaciones, desde luego perjudiciales y trastornadoras. Pero eso no es lo que en Sagua pasa. Aquí está el punto de confusión y el que es preciso a todo trance distinguir.

En Sagua, cuando su río se sale de cause, hay un cataclismo en toda forma y con todas sus terribles consecuencias. El inmensísimo caudal de aguas que recoge en las treinta y cinco leguas de su curso, a manera de aluvión terrible, se abalanza sobre la población en forma de torrente impetuoso y horrible que arranca casas enteras y es capaz de ejercer su prepotentísima fuerza sobre un puente de hierro de ciento ochenta toneladas de peso y que presenta pocas superficies de resistencia al empuje vertiginoso de las aguas. Cada calle de la población es un torrente prodigioso y aterrador. Esto, en que Sagua se vió en el primer tercio del siglo pasado; que se repitió con espanto y desolación el 24 de Septiembre de 1894 y que ahora, en los días tristísimos y fatídicos del 16 y el 17 de Junio se presenció de nuevo no es una simple inundación con sus lamentables consecuencias. Nó. Es la sentencia de muerte de un pueblo grande, rico, próspero, comercial, industrial, agrícola y que ya tiene caracteres propios en el concierto de los pueblos del Mundo.

Urge e interesa, pues que no se confundan los términos del problema general de desagüe y salvación de pueblos , que el gobierno tiene sobre el tapete, o que, si no lo tiene todavía, debe ponerlo sin pérdida de tiempo, Sagua La Grande es, como antes dije, una población de las más importantes y cultas de la República. Sagua La Grande, aun suponiendo que es diez leguas de circunferencia no tuviera un solo sitio de labor, una mísera huerta, vivirá siempre sin esas fuentes agrícolas de riqueza; y vivirá, digo, porque es plaza comercial con vida propia, porque es un centro de transacciones; porque es un mercado consumidor y abastecedor; porque es un puerto para las facilidades civilizantes del tráfico internacional.

Pero Sagua La Grande no podrá vivir; los capitales se retraerán mucho; sus habitantes que puedan cambiarán la residencia a otros puntos; la despoblación será inminente y la propiedad se srruinará, si el Gobierno – el Congreso y el Ejecutivo – no procuran dar el valor genuíno que tiene al problema capitalísimo de la salvación que se impetra e invierte aquí los dineros que sean menester hasta lograr que el río deje de ser una amenaza, como no lo es el Sena para París, el Danubio para Budapest, el Támesi para Londres, el Tiber para Roma, el Guadalquivir para Sevilla, y en una frase, como no lo son todos los ríos para todas las ciudades en que los Gobiernos respectivos hayan sabido defender y salvar la salud y los intereses de sus administrados.

La intranquilidad y la desconfianza, toman cuerpo. Por doquiera se oye decir de familias que emigran, de casas comerciales que entran en el período de liquidación. Yo sé de una casa de comercio por la que se ofrecían días antes de la catástrofe siete mil pesos, y el dueño hoy la da en tres mil con tal de poder marcharse de Sagua. Esto es horrible y desconsolador, y es tanto más repugnante el tener que decirlo y que en efecto se vea suceder, cuando nos damos cuenta de que el Tesoro Nacional al decir de los balances que la Secretaría de Hacienda publica periódicamente, se encuentra repleto de oro. No se deje perecer a un pueblo por la tonta vanidad de presentar ante el mundo exterior unas arcas repletas.

Pero todavía hay más recriminaciones, si cabe justificadas y que andan de boca en boca. El pueblo; y en ese concepto entiéndase que no comprendo, al uso de los politiquillos y politicastros, a la masa ignora que se lleva y trae cual manada de corderos para fines puramente egoístas y bastardos, sino al conjunto de los distintos elementos que constituyen una sociedad humana; el pueblo, repito, en sus expresiones individuales y colectivas más caracterizadas, es decir, del capital, del trabajo y del talento, hoy piensa unicamente en la necesidad de que el Gobierno no haga con Sagua lo que ha hecho con la Vuelta Abajo con motivo de la pérdida de la cosecha de tabaco. Ese pueblo observa que en las Cámaras se votan créditos fabulosos para acueductos en ciudades favorecidas por la diligencia y trastienda de sus políticos representantes, siendo así que se trata de obras de carácter municipal; que se conceden créditos inmensos para tal o cual edificio público, también en poblaciones privilegiadas con hijos que forman parte del grupo afortunado de los que dirigen la cosa pública; vé ese pueblo que no pasa una semana sin que a fulanito, a mengano, o a esperancejo se le den 5 ó 10 ó 20 ó 100 mil pesos para que los invierta en lo que le de la gana y sin que preocupe el hecho de que haya cobrado ya antes sus servicios con creces, o de que la misma circunstancia que le abona el favor recibido, la tengan muchos otros en escala más humilde. "Hay dinero para todo esto – dice el pueblo –pero falta siempre o se escatima cuando se trata de las grandes calamidades." Y hétenos con que se empieza a desconfiar de la acción del Gobierno, al que se acusa de apático y de indiferente antes los grandes males del país. Y creo en verdad que fundándose el pueblo en las enseñanzas de la historia, no va descaminado. Al siguiente día de la horrorosa inundación de 1894, el Gobierno de madrid puso a la disposición del de Cuba para atender a las primeras necesidades, la suma de $ 50 000; y los recursos de toda índole y de todas partes, llovían. Pues bien; el pueblo de Sagua La Grande no ha visto todavía al Gobierno de la República actuando.

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Sagua La Grande, 22 de Junio de 1906.

Señor Director de "El Mundo" – Habana.

La inundación ha sido suficiente a producir pavor en el ánimo más templado y lo bastante arrolladora para causar los mayores estragos; pero si valor hubo para soportar con estóica abnegación la acometida furiosa del desencadenado elemento, y las medidas que con prelación se adoptaron hicieron menos sensibles las pérdidas generales, eelo ni con mucho quiere decir que se abandone el problema capital e ineludible de hacer, sobre la marcha, los estadios y obras consiguientes a evitar futuras hecatombes.

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