sábado, 24 de octubre de 2009

Incomunicación de la Inundación de 1906 en Sagua La Grande

LA INCOMUNICACION

Desde el 16 por la mañana se inició la incomunicación. Dos telegramas puse en la stación, dirigidos a El Mundo, los que no pudieron pasar de Santo Domingo por destrucción de la vía entre este pueblo citado y Mordazo.

A las 3 de la tarde se interrumpían también las líneas del ferrocarril, tanto férreas como telegráficas, y estábamos de hecho completamente aislados del mundo. Ni nadie sabía una palabra de nosotros porque el gobierno civil no pudo conseguirlo, ni nosotros aquí rodeados de agua teníamos la más ligera información del mundo exterior.

La situación, por consiguiente, no podía ser más angustiosa.

La vía férrea ha quedado en tan deplorables condiciones; que requerirá grandes y costosas reparaciones. Los caminos en general, por de contado, intransitables.


LLEGADA DEL SEÑOR GOBERNADOR

En la mañana de hoy y cuando también acompañando al señor alcalde, recorríamos las calles, siempre ostentando yo la representación que de El Mundo tengo, nos sorprendió la presencia de un indivíduo extraño, con traje de bombero de Santa Clara, portando un pliego. Era del general Alemán quien, desde la noche anterior y violento por no tener noticias de Sagua, se decidió a venir en un tren expreso, pero se encontró con que no podía pasar de Sitiecito. Hoy, por la mañana se presentó el referido bombero, como pocos momentos después lo hicieron también otros dos de Camajuaní, a arrostrar el peligro de pasar, llegando a Sagua a pie. Cuando el alcalde de Sagua se disponía a contestar al gobernador civil, nos sorprendió a todos la inesperada noticia de que el general Alemán, arrostrando también peligros, había llegado en una cigüeña con otras varias distinguidas personas y bomberos de Santa Clara y de Camajuaní.

Acompañado por el alcalde señor Alfert, el Senador señor Bacardí, (accidentalmente y por casualidad aquí); el exalcalde y exrepresentante señor Gutiérrez Quirós, el capitán de la rural señor Amiell y el jefe de la secreta provincial señor Arenas, el general Alemán recorrió esta mañana a caballo las calles de esta villa, apreciando la magnitud nunca bien ponderada de la catástrofe.


LA JUNTA MAGNA

A iniciativa e invitación del alcaldemunicipal, se celebró a las 12½ del día, una asamblea popular magna, a la cual concurrieron de 80 a 100 personas, en su inmensa mayoríacomerciantes, industriales, hacendados, propietarios y hombres de valer. La mesa estaba presidida por el señor gobernador civil, que tenía a su derecha al señor Bacardí, y a su izquierda al señor Alfert.El acto tuvo lugar en los salones del “Círculo de Artesanos”.

Abrió la sesión el señor Alfert, presentando en tan triste circunstancia y con deplorable motivo al general Alemán. Siguióle la autoridad presentada quien, después de saludar al pueblo de Sagua y de lamentarse hondamente de su desgracia, ofreció como gobernador su concurso más decidido.

Pidió la palabra el señor Gutiérrez Quirós, que pronunció un sentido discurso, cuya síntesis creo que fue esta, dirigiéndose al general Alemán, como representante del gobierno: “Aquí no necesitamos limosnas de pesos más o menos, porque entre el Ayuntamiento y los vecinos por sí solos, se bastan y se sobran para mitigar miserias entre los necesitados.

Lo que hace falta es que de esos millones que la Secretaría de Hacienda anuncia como fondos del Tesoro cubano, se saque lo que haga falta para poner las calles de Sagua, en las hermosas condiciones en que estaban y para preservarnos de futuras inundaciones”.

Una salva de frenéticos aplausos saludó al orador.

Habló enseguida el señor Bacardí, diciendo que es oriental, pero que, antes que nada, es cubano. Expuso sus tristes impresiones de la catástrofe como testigo de gran efecto que ha sido, y terminó ofreciendo pedir en el Senado lo que es de imprescindible necesidad que a Sagua se le conceda. También los aplausos prolongados de inmensa gratitud, cerraron sus cariñosas frases.

Hizo uso de la palabra el comerciante señor manuel Rasco, para proponer que, sobre la marcha, pasase a La Habanauna comisión que haga ver al señor Presidente de la República, la urgentísima necesidad de atender a Sagua, pues de que esta hecha, si no se toman medidas, puede darse desde ahora como pueblo muerto, del que se marchará todo el mundo lleno de pánico. La proposición fue acogida con tanto agrado que en el acto se designó la comisión que, en tren especial, se trasladará, cuando lo disponga el general Alemán, después que se entreviste con el señor Presidente de la República, y que será esperada allí por los representantes señores Longa, Ajuria y Robau.

En dicha comisión, demasiado numerosa y abigarrada, van, sin embargo, muchas personas de gran respetabilidad y crédito, recordando en este momento a las siguientes: señores Carlos Alfert, Manuel Gutiérrez Quirós, Manuel Rasco, José María González (presidente de la Colonia Española), Pablo Sampedro, Francisco de P. Machado (administrador del Banco), Valentín Arenas, José María Beguiristain, Guillermo Fitz-Gibbon, Lcdo. José A. Badía, &ª.. A esta comisión acompañarán el general Alemán y el Senador señor Bacardí.

Al terminarse la lectura de la relación de comisionados me retiré del local en que estaba reunida la Asamblea, y no supe lo demás que allí se trató.


LA INDIGNACION DEL PUEBLO

Todos los ciudadanos atribuyen la causa de la horrible calamidad al gobierno. Las acusaciones a voz en cuello, son tan tremendas que muchas de ellas, no me atrevo a traerlas al papel. Pero, de todas maneras, el pueblo acusa al gobierno de ocuparse más de cosas que resultan fútiles, que de tender a evitar tamañas desventuras, como la que aquí ha ocurrido. Háblase, por ejemplo, de que hay dinero para que el general Rius Rivera vaya con misiones especiales (y este “especiales” lo dicen con retintín) a la América Latina, y que sin embargo, cuesta trabajo para conseguir que el problema de un pueblo amenazado de muerte, se resuelva. En fin, que los cargos son de mil pares de demonios. Algunos o muchos se dejan decir: “Ya me vendrán a pedir el voto; pero no tengan cuidado, que los mandaré a paseo”. Y por este estilo, mil recriminaciones, que no creo necesario trasladar al papel, pero que deben sobreentenderse. Al referirme a este extreme, lo hago creyendo que cumplo un deber de corresponsal, que dice todo lo que ve y oye. Cada cual, ahora, recibirá la información como lo tenga por conveniente.


... continúa.... Contado minuto a minuto, In Situ, por Alcover...


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lunes, 19 de octubre de 2009

Efectos de la Inundacion de 1906

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…continuación…

No fue tan duradera la de 1894, ni tuvo aquella la fuerza que esta. Como testigo y víctima en ambas, hablo por cuenta propia y no respondo a informes ajenos. Aquella, la del 94 empezó a las 7 de la mañana y a las 7 de la noche recorría yo algunas calles del pueblo a título de muchacho curioso, que no va a prestar ningún servicio útil. Esta, la horrorosa que acabamos de pasar, comenzó a las 3 de la tarde del 16 y no estuvo seca la calle de Martí hasta las 12 de la noche del 17; esto es,treinta horas aproximadamente.

El aluvión se llevó todo el barandaje de concreto que formaba el aproche del puente; arrancó varias casas de la calle de Luz Caballero, para arrastrarlas y destrozarlas. Derrumbó una esquina del edificio del Casino Español y otra de la casa de alto y bajo Martí esquina a Luz Caballero. La fábrica de chocolate “La Flor Cubana” de los antiguos y laboriosos industriales señores Urroz y Oyárzun, se puede dar por totalmente destruída en sus maquinarias, como también la fundición “Sagua” que tiene en arrendamiento el señor José Gutiérrez. Ha habido otros muchos deterioros en edificios, industrias y comercios, que sería prolijo enumerar y que en verdad, no he podido averiguar con exactitud por falta de lugar; pero, puede asegurarse en tesis general, que las pérdidas son inclaculables. Tendría que empezar por decir que a mi imprenta solamente, me ha causado daños que no repongo con $400; y soy de los más afortunados. Con que, por ahí se pueden apreciar a ojo de buen cubero, las pérdidas generales.

Las calles, en su inmensa mayoría pavimentadas por el sistema Mac-Adams, obra que representa 60 años de labor y algunos centenares de miles de pesos, han quedado totalmente destruídas, ofreciendo un golpe de vista desconsolador. Las corrientes fueron descarnándolas, para arrojar la arena en unos lugares formando montículos y la piedra triturada hacia otro, formando grandes amontonamientos. Y agujeros por aquí y grietas tremendas por allá, las calles constituyen, por sí solas, en el estado en que han quedado, una verdadera calamidad pública que el gobierno central está llamado a reparar enseguida, sin pérdida de tiempo, sin dilaciones enojosas que, lejos de acreditar como honrada a una administración, solo sirven para hacerla acreedora al odio y al desprecio de los ciudadanos administrados.

Aún hay más males. El agua del río se retiró; pero las casas y las calles quedaron cubiertas por un fanguillo jabonoso y sumamente apestoso, nauseabundo. Debajo de los pisos ha quedado el agua sucia estancada y los mismos pisos, húmedos. Agréguese a esta calamidad el sinnúmero de animales que han muerto ahogados, estando muchos debajo de los pies, y el derrame consiguiente de los llamados “pozos negros” o escusados, y quizá el Departamento de Sanidad, más caritativo y empeñoso que el señor Secretario de Obras Públicas, se dé cuenta de que una catástrofe mayor que la inundación, que es una epidemia, nos amenaza y pronto se cernirá sobre nuestras cabezas como espada de Damocles, si pronto, muy pronto, no se corre con muchos desinfectantes, cuatro o cinco brigadas de hombres dispuestos a trabajar, y con dinero, en socorro de este pueblo.

El caso es tan urgente que, honradamente, toda demora puede calificarse de criminal. El Alcalde, y con él la celosa Junta de Sanidad local, tomando medidas severas y rápidas; pero sin dinero el buen deseo es lo mismo que la carabina de Ambrosio. Vengan, pues, elementos de afuera; que salgan de su inútil estancamiento esos millones acumulados en el Tesoro Nacional.

La peste es inaguantable y aquí morimos si así lo decreta el gobierno desoyendo esta indicación.


Narrado in Situ, minuto a minuto, por A.M. Alcover.

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