jueves, 10 de diciembre de 2009

Destrucción del Casino en la inundación de 1906

...continuación de la narración de Alcover...

EL CASINO ESPAÑOL

La destrucción del Casino Español fue una realidad tristísima. Hace pocos días lucía con magnificencia las más esplendorosas galas con motivo del régio matrimonio del Rey Don AlonsoII con la bellísima princesa inglesa Doña Victoria Ena de Battenberg. ¡Cuanta diferencia hoy! Aquello es una ruina que apoca el ánimo más templado. Dá grima y desconsuelo ver la destrucción que ha sufrido el centro de los laboriosos y dignos españoles de Sagua.




Yo quise entrar hasta el fondo a verlo, a ver la Biblioteca, mi departamento: porque yo, que nunca he renegado de mi suelo, era el Bibliotecario del Casino; pero no, no entré . Vicente León, el Conserje, me dijo: “No entre Vd que se va a espantar”, y yo no entré. ¡Pensar que solamente la anaquelería costó un dineral; que era una obra hermosísima de escultura en madera; que no había otra institución de esa índole en Sagua, y se comprenderá que la acción devastadora de la horrenda catástrofe ha sido impía, infernal! Tengo para mí que de este hecho, la colectividad que allí estuvo durante 40 años, desocupará el local, y hará bien . Tendremos un edificio nuevo más y suntuoso en Sagua.

LOS ARCHIVOS

En cambio, satisfactorio es decir que los archivos se han salvado, o , por mejor decir, se han salvado los de los Juzgados de Instrucción y Municipal, el del Ayuntamiento, el de Protocolo, etc. No hay razón que justifique pérdidas en este sentido y si alguno se hubiera mojado o perdido- de lo cual no tengo noticias- la responsabilidad es pura y exclusivamente de sus encargados.


Solamente por incuria o por miedo podía haberse perdido alguno, pues con tiempo más que sobrado se avisó al vecindario, y prueba de ello es que son contadas las casas de familia que no defendieron sus muebles. Si alguna familia perdió algo o mucho, atribúyase unicamente a la falta de hombres directores en los momentos críticos. El compañero en la prensa Sr. Nemesio Alvaré, por ejemplo, ha sufrido enormes pérdidas en su casa, porque se encontraba él en Cienfuegos. Su respetable esposa, rodeada de siete criaturas por cuya salvación procuraba, llena de pánico al verse sola, a penas si tuvo valor y serenidad para mirar por sus tiernos hijitos. Ahí las pérdidas están más que justificadas y los que en el mismo caso se encontraron, dignos son también de compasión y de respeto.

Pero allí en donde hubo hombres y lejos de atender a los agrados intereses generales que les estaban confiados se fueron a “bobear” a lugares de sensación o a llorar por la mala estrella del pueblo, la responsabilidad por las pérdidas es exclusiva, y no hay justificación posible. La mayor parte de las casas de comercio se salvaron totalmente y ello se explica en el aviso oportuno que con anticipación dio el Sr. Alcalde en la misma alarma ante la seguridad inminente de la catástrofe que solo no veían los eternos descreídos que se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena.

...narrado por Alcover "in situ" minuto tras minuto...
días 16 y 17 de Junio de 1906
-
-
-
Más inundaciones de Sagua La Grande en el Website:
-
-
-
ARCHIVO SABANEQUE
1970 - 2009
-
-
-

martes, 3 de noviembre de 2009

Detalles de la Inundación de Sagua La Grande en 1906

-
… continuación del relato, minuto a minuto, de Antonio Miguel Alcover, sobre la gran inundación del río Sagua La Grande en 1906.

VARIOS DETALLES


Voy a terminar esta carta con algunos por menores ligeros.

El comportamiento de los bomberos, policía y rural, ha sido admirable y digno de recompense.

El alumbrado público tanto eléctrico como de gas, ha comenzado a prestar servicios, gracias a la actividad del gerente de dicha empresa, señor Gerardo J. Romero.

De la Isabela mandarin el 19 un tren de auxilios con embarcaciones menores.

Muchas familias salieron del pueblo en las primeras horas del día de la inundación, con dirección a la Isabela y Chinchila.

Los presos de la Cárcel fueron trasladados a la casa Ayuntamiento.

El agua no llegó al Hospital, como tampoco a un espacio reducido de Sagua, al cual, el pueblo llama, “El Cayito”, “Loma Bonita”, y “La Islita” (Céspedes y Carrillo).

El comerciante señor Pablo Sampedro ofreció pagar la mitad del importe del tren expreso que conduzca la Comisión a esa Capital.

El río no ha concluído su descenso.


Sagua La Grande, Junio 19 de 1906
Sr. Director de “El Mundo”

En mi carta anterior, referísolamente los puntos más culminantes de la catástrofe en sus momentos primeros y críticos. Voy a dedicar esta de hoy a tocar otros efectos del mal y concretar algunos puntos que es preciso pasen a la categoría de indiscutibles para que no se confundan con otros análogos.


DESGRACIAS PROPIAS

Empezaré por mí, que pluma en mano para reseñar cuitas agenas no había de condenarme a la postergación por exigencias de la tonta modestia, virtud esta que, probado está, no es la mejor amiga de la fama y de la popularidad de los hombres del día. Conozco más de una “nulidad” que ni siquiera ha posido llegar a la considereción de medianía y, sin embargo, es todo un “ilustre”. Y no digamos nada de los “virtuosos” que, por no dar la modestia al amigo periodista, se hacen su propia apología y se ensalzan a sí mismos con una san facon que causa enojo, porque esto es cosa ya que pasó a la série de los “modernismos”. Y, después de todo, el caso es natural. ¿Quién mejor que uno mismo puede conocer los méritos propios? Y si para complementar la obra humana de la auto-glorificación, está la imprenta, ¿Cuándo fueron desdeñosos con los osados las “negras hijas de Cadmo”?

Pues bien, con ese criterio por bandera, no es difícil justificar la actitud, por de contado corriente, que asumo, de no dejar en el olvido, en defecto de mis “méritos” como hombre de pró en los momentos de la inundación,”lo que he sufrido en mis intereses por hacer el papel de Don Quijote en un pueblo, por fortuna noble y digno, aunque desgraciado, sin embargo, porque lo azotan despiadadamente los elementos y lo agitan unos cuantos tipos logreros de procedencia extraña, más interesados en su bien personal que en el bienestar general.

Habiera salvado totalmente mi imprenta si hubiese sido más práctico; pero el Alcalde solicitó mi concurso desde los primeros momentos y yo, que en eso de ser “Quijote” me pinto solo, porque no en balde mi madre me llamaba cuando niño. “candil de la calle y oscuridad de la casa, “lo abandoné todo a la buena voluntad y diligencia de los míos, y aguantando agua por arriba y recibiéndola después por abajo, hasta la cintura, anduve de Ceca a Meca con la primera autoridad local en funciones, modelo de autoridad, que imitando también al personaje clásico del manco de lepanto, hizo otro tanto igual con su familia y con sus intereses.

El que no tenga frases de elogio y de gratitud para el digno hijo de Sagua que hoy por sustitución y en contra de su voluntad, rige los destinos municipales de este desventurado pueblo, es o un vecino pernicioso o un hijo espúreo. Yo lo ví en los lugares de más peligro, hasta que no le fue posible hacer humanamente más nada, en tanto que otros, que se creeen merecedores a todo, presenciaban con tranquilidad e impavidez burlona, las cosas, desde las puertas de sus casas.

Hubo necesidad de imprimir, como decía en mi anterior, la alocución al pueblo y no había imprenta que aceptara el trabajo. Alfert me dijo: “Alcover, hay que hacerlo; la salvación del pueblo lo demanda, etc”. Y venciendo la natural resistencia de mis operarios, digo, de los obreros de mi casa, Antonio Cotilla, Rogelio Rojo y Filiberto Alcover, a los cuales encontré atareados en la obra de salvamento de la imprenta, logré al fin que la pusieran en tipos la alocución y que tiraran tres o cuatro mil hojas volantes. Acabaron a las 10 a 11 de la mañana y se fueron los unos a sus casas y mi hermano a prestar servicios como bombero, quedando la imprenta a merced de la suerte, que me fue adversa.
El lunes por la mañana, después de toda mi caballería andante, fuíme a la imprenta, y aquello era una calamidad. Las máqunas todas enmohecidas, las cajas en el suelo y titulares confundidos en el fango; la papelería echada a perder y una caja entera de magnífico papel corona que tenía para “La Historia de Sagua” toda ella, la caja, deteriorada. Nada: ladebalaque, como diría Diaz, el ex-alcalde colonial de la Habana. De suerte que pudiendo haber salvado mucho mío, lo perdí todo y nadie me agradecerá el sacrificio. Pero, valiente tonto soy que aún creo en la justicia de los hombres.
Alcover
-
-
Más detalles sobre las inundaciones del Undoso en el Website:
archivo online desde 1998
-
-
-
ARCHIVO SABANEQUE
1970 - 2009
-
-
-

sábado, 24 de octubre de 2009

Incomunicación de la Inundación de 1906 en Sagua La Grande

LA INCOMUNICACION

Desde el 16 por la mañana se inició la incomunicación. Dos telegramas puse en la stación, dirigidos a El Mundo, los que no pudieron pasar de Santo Domingo por destrucción de la vía entre este pueblo citado y Mordazo.

A las 3 de la tarde se interrumpían también las líneas del ferrocarril, tanto férreas como telegráficas, y estábamos de hecho completamente aislados del mundo. Ni nadie sabía una palabra de nosotros porque el gobierno civil no pudo conseguirlo, ni nosotros aquí rodeados de agua teníamos la más ligera información del mundo exterior.

La situación, por consiguiente, no podía ser más angustiosa.

La vía férrea ha quedado en tan deplorables condiciones; que requerirá grandes y costosas reparaciones. Los caminos en general, por de contado, intransitables.


LLEGADA DEL SEÑOR GOBERNADOR

En la mañana de hoy y cuando también acompañando al señor alcalde, recorríamos las calles, siempre ostentando yo la representación que de El Mundo tengo, nos sorprendió la presencia de un indivíduo extraño, con traje de bombero de Santa Clara, portando un pliego. Era del general Alemán quien, desde la noche anterior y violento por no tener noticias de Sagua, se decidió a venir en un tren expreso, pero se encontró con que no podía pasar de Sitiecito. Hoy, por la mañana se presentó el referido bombero, como pocos momentos después lo hicieron también otros dos de Camajuaní, a arrostrar el peligro de pasar, llegando a Sagua a pie. Cuando el alcalde de Sagua se disponía a contestar al gobernador civil, nos sorprendió a todos la inesperada noticia de que el general Alemán, arrostrando también peligros, había llegado en una cigüeña con otras varias distinguidas personas y bomberos de Santa Clara y de Camajuaní.

Acompañado por el alcalde señor Alfert, el Senador señor Bacardí, (accidentalmente y por casualidad aquí); el exalcalde y exrepresentante señor Gutiérrez Quirós, el capitán de la rural señor Amiell y el jefe de la secreta provincial señor Arenas, el general Alemán recorrió esta mañana a caballo las calles de esta villa, apreciando la magnitud nunca bien ponderada de la catástrofe.


LA JUNTA MAGNA

A iniciativa e invitación del alcaldemunicipal, se celebró a las 12½ del día, una asamblea popular magna, a la cual concurrieron de 80 a 100 personas, en su inmensa mayoríacomerciantes, industriales, hacendados, propietarios y hombres de valer. La mesa estaba presidida por el señor gobernador civil, que tenía a su derecha al señor Bacardí, y a su izquierda al señor Alfert.El acto tuvo lugar en los salones del “Círculo de Artesanos”.

Abrió la sesión el señor Alfert, presentando en tan triste circunstancia y con deplorable motivo al general Alemán. Siguióle la autoridad presentada quien, después de saludar al pueblo de Sagua y de lamentarse hondamente de su desgracia, ofreció como gobernador su concurso más decidido.

Pidió la palabra el señor Gutiérrez Quirós, que pronunció un sentido discurso, cuya síntesis creo que fue esta, dirigiéndose al general Alemán, como representante del gobierno: “Aquí no necesitamos limosnas de pesos más o menos, porque entre el Ayuntamiento y los vecinos por sí solos, se bastan y se sobran para mitigar miserias entre los necesitados.

Lo que hace falta es que de esos millones que la Secretaría de Hacienda anuncia como fondos del Tesoro cubano, se saque lo que haga falta para poner las calles de Sagua, en las hermosas condiciones en que estaban y para preservarnos de futuras inundaciones”.

Una salva de frenéticos aplausos saludó al orador.

Habló enseguida el señor Bacardí, diciendo que es oriental, pero que, antes que nada, es cubano. Expuso sus tristes impresiones de la catástrofe como testigo de gran efecto que ha sido, y terminó ofreciendo pedir en el Senado lo que es de imprescindible necesidad que a Sagua se le conceda. También los aplausos prolongados de inmensa gratitud, cerraron sus cariñosas frases.

Hizo uso de la palabra el comerciante señor manuel Rasco, para proponer que, sobre la marcha, pasase a La Habanauna comisión que haga ver al señor Presidente de la República, la urgentísima necesidad de atender a Sagua, pues de que esta hecha, si no se toman medidas, puede darse desde ahora como pueblo muerto, del que se marchará todo el mundo lleno de pánico. La proposición fue acogida con tanto agrado que en el acto se designó la comisión que, en tren especial, se trasladará, cuando lo disponga el general Alemán, después que se entreviste con el señor Presidente de la República, y que será esperada allí por los representantes señores Longa, Ajuria y Robau.

En dicha comisión, demasiado numerosa y abigarrada, van, sin embargo, muchas personas de gran respetabilidad y crédito, recordando en este momento a las siguientes: señores Carlos Alfert, Manuel Gutiérrez Quirós, Manuel Rasco, José María González (presidente de la Colonia Española), Pablo Sampedro, Francisco de P. Machado (administrador del Banco), Valentín Arenas, José María Beguiristain, Guillermo Fitz-Gibbon, Lcdo. José A. Badía, &ª.. A esta comisión acompañarán el general Alemán y el Senador señor Bacardí.

Al terminarse la lectura de la relación de comisionados me retiré del local en que estaba reunida la Asamblea, y no supe lo demás que allí se trató.


LA INDIGNACION DEL PUEBLO

Todos los ciudadanos atribuyen la causa de la horrible calamidad al gobierno. Las acusaciones a voz en cuello, son tan tremendas que muchas de ellas, no me atrevo a traerlas al papel. Pero, de todas maneras, el pueblo acusa al gobierno de ocuparse más de cosas que resultan fútiles, que de tender a evitar tamañas desventuras, como la que aquí ha ocurrido. Háblase, por ejemplo, de que hay dinero para que el general Rius Rivera vaya con misiones especiales (y este “especiales” lo dicen con retintín) a la América Latina, y que sin embargo, cuesta trabajo para conseguir que el problema de un pueblo amenazado de muerte, se resuelva. En fin, que los cargos son de mil pares de demonios. Algunos o muchos se dejan decir: “Ya me vendrán a pedir el voto; pero no tengan cuidado, que los mandaré a paseo”. Y por este estilo, mil recriminaciones, que no creo necesario trasladar al papel, pero que deben sobreentenderse. Al referirme a este extreme, lo hago creyendo que cumplo un deber de corresponsal, que dice todo lo que ve y oye. Cada cual, ahora, recibirá la información como lo tenga por conveniente.


... continúa.... Contado minuto a minuto, In Situ, por Alcover...


-
-
-
Más inundaciones de Sagua La Grande en el Website:
desde 1998 en Internet
-
-
-
ARCHIVO SABANEQUE
1970 - 2009
-
-
-


lunes, 19 de octubre de 2009

Efectos de la Inundacion de 1906

-
…continuación…

No fue tan duradera la de 1894, ni tuvo aquella la fuerza que esta. Como testigo y víctima en ambas, hablo por cuenta propia y no respondo a informes ajenos. Aquella, la del 94 empezó a las 7 de la mañana y a las 7 de la noche recorría yo algunas calles del pueblo a título de muchacho curioso, que no va a prestar ningún servicio útil. Esta, la horrorosa que acabamos de pasar, comenzó a las 3 de la tarde del 16 y no estuvo seca la calle de Martí hasta las 12 de la noche del 17; esto es,treinta horas aproximadamente.

El aluvión se llevó todo el barandaje de concreto que formaba el aproche del puente; arrancó varias casas de la calle de Luz Caballero, para arrastrarlas y destrozarlas. Derrumbó una esquina del edificio del Casino Español y otra de la casa de alto y bajo Martí esquina a Luz Caballero. La fábrica de chocolate “La Flor Cubana” de los antiguos y laboriosos industriales señores Urroz y Oyárzun, se puede dar por totalmente destruída en sus maquinarias, como también la fundición “Sagua” que tiene en arrendamiento el señor José Gutiérrez. Ha habido otros muchos deterioros en edificios, industrias y comercios, que sería prolijo enumerar y que en verdad, no he podido averiguar con exactitud por falta de lugar; pero, puede asegurarse en tesis general, que las pérdidas son inclaculables. Tendría que empezar por decir que a mi imprenta solamente, me ha causado daños que no repongo con $400; y soy de los más afortunados. Con que, por ahí se pueden apreciar a ojo de buen cubero, las pérdidas generales.

Las calles, en su inmensa mayoría pavimentadas por el sistema Mac-Adams, obra que representa 60 años de labor y algunos centenares de miles de pesos, han quedado totalmente destruídas, ofreciendo un golpe de vista desconsolador. Las corrientes fueron descarnándolas, para arrojar la arena en unos lugares formando montículos y la piedra triturada hacia otro, formando grandes amontonamientos. Y agujeros por aquí y grietas tremendas por allá, las calles constituyen, por sí solas, en el estado en que han quedado, una verdadera calamidad pública que el gobierno central está llamado a reparar enseguida, sin pérdida de tiempo, sin dilaciones enojosas que, lejos de acreditar como honrada a una administración, solo sirven para hacerla acreedora al odio y al desprecio de los ciudadanos administrados.

Aún hay más males. El agua del río se retiró; pero las casas y las calles quedaron cubiertas por un fanguillo jabonoso y sumamente apestoso, nauseabundo. Debajo de los pisos ha quedado el agua sucia estancada y los mismos pisos, húmedos. Agréguese a esta calamidad el sinnúmero de animales que han muerto ahogados, estando muchos debajo de los pies, y el derrame consiguiente de los llamados “pozos negros” o escusados, y quizá el Departamento de Sanidad, más caritativo y empeñoso que el señor Secretario de Obras Públicas, se dé cuenta de que una catástrofe mayor que la inundación, que es una epidemia, nos amenaza y pronto se cernirá sobre nuestras cabezas como espada de Damocles, si pronto, muy pronto, no se corre con muchos desinfectantes, cuatro o cinco brigadas de hombres dispuestos a trabajar, y con dinero, en socorro de este pueblo.

El caso es tan urgente que, honradamente, toda demora puede calificarse de criminal. El Alcalde, y con él la celosa Junta de Sanidad local, tomando medidas severas y rápidas; pero sin dinero el buen deseo es lo mismo que la carabina de Ambrosio. Vengan, pues, elementos de afuera; que salgan de su inútil estancamiento esos millones acumulados en el Tesoro Nacional.

La peste es inaguantable y aquí morimos si así lo decreta el gobierno desoyendo esta indicación.


Narrado in Situ, minuto a minuto, por A.M. Alcover.

-

-

Para ver todas las inundaciones del río Sagua La Grande visita el Website:

http://meteoros.galeon.com

reescrito en Internet desde 1998 desde el:

ARCHIVO SABANEQUE

1970 - 2009

-

-





martes, 13 de octubre de 2009

Incendios durante la inundación de 1906 en Sagua

Continuación...

LOS FUEGOS

Retirado estaba en la pequeña habitación que adoptamos como refugio, cuando a eso de las 3 de la madrugada oímos a uno que desde el tejado gritaban: “¡fuego!”. Era lo que faltaba. Volví al tejado, y francamente lo digo: no recuerdo conflagración mayor en mi vida. Las campanas del templo echadas a vuelo, el toque de cornetas y de pitos. Y los tiros de revólver armaron un pánico espantoso. A lo lejos y en una dirección que nos era conocida, vimos levantarse enorme columna de fuego y humo. El incendio continuaba, pareciendo el cuadro terrible que a nuestra vista se desarrollaba, al más horroroso de los que pintó Dante: la terminación del mundo. Vino a mi imaginación el espectáculo siniestro y fatídico de San Francisco de California; con la diferencia beneficiosa desde luego para los californianos, de que estos podían correr y salvarse. Nosotros no; aquí cada grupo humano estaba sitiado por una corriente impetuosa de aguas desbordadas y enfurecidas. No podíamos salvarnos; no había ni la esperanza de meterse en una embarcación y abandonarse a la suerte. Ni eso siquiera.



El fuego fue en la calle de Martí, arteria principal de la población. En el número 11 de dicha calle había un depósito de carburo, de la ferretería “La Llave”, de los señores Muiño y González, S en C. Esta substancia, al ponerse en contacto con el agua, se inflamó y produjo el incendio. Quedó totalmente destruída la casa, asícomo la fotografía de Casañas y la barbería de Paco Valdés. Las casas contiguas en que están las quincallerías “La Acacia” de los señores Julio S. Montero y Hermanos, y “La Camelia” de los herederos de Moas, sufrieron serios deterioros.

Era materiarmente imposible que los bomberos prestaran el menor auxilio. El agua por allí tenía la profundidad de metro y medio y la corriente era irresistible. Doce horas más tarde, a eso de las 4 p.m. del día 17 y cuando el agua me daba por la cintura, me atreví a llegar hasta la esquina de Martí y Solís, en donde tengo mi emprenta, y estuve a punto de ser arrastrado por la corriente, de lo cual me salvé gracias a la rapidez con que me agarré al palo de un asta bandera.

En este incendio prestaron auxilios algunos jóvenes que se habían albergado en los altos del hotel “Telégrafo”, quienes se lanzaron por los tejados y según se me asegura por los interesados o sean los comerciantes salvados del destructor elemento, se portaron como héroes. He aquí la relación de los arrestados jóvenes que me proporciona el compañero Antonio Rosales Aguila:

“Everildo y Raúl Alcover; Braulio, Manuel y Rogelio Suárez; Inocencio y Angel Echevarría, Miguel Romero, Félix Fernández, Miguel Roa, Eliseo Mederos, Prudencio Angulo, Amado Jaquet pasó un cable desde la ferretería de maribona al Hotel Telégrafo con tres indivíduos que no se conocen, sosteniendo un extremo del cable los señores Manuel R. Maribona y Mariano Ruiz. “

A eso de las 7 de la mañana del 17 y cuando el agua empezaba a descender óyense de nuevos tiros, campanas, pitos y cornetas. ¿Acaso el fuego renacia? Nada de eso. Era otro incendio: el almacén de Vías y Obras de “The Cuban Central Railways, Ltd.” Ardía por la misma causa que habían desaparecido la fotografía y la barbería de la calle Martí. La columna de humo que se divisaba desde mi observatorio en el tejado de “La Vascongada” se asemejaba a una de estas vistas fotográficas que las publicaciones ilustradas nos ofrecen de la erupción del Vesubio.

El incendio duró como dos horas, habiendo averiguado no solo que fue también imposible a los denodos bomberos prestar su auxilio, sino que, conjuntamente con el carburo, estaban algunas libras de dinamita, substancia que emplea con frecuencia la empresa en sus obras de excavaciones.

...Continúa...

Contado minuto a minuto por Alcover que fue testigo.

-
-
Más inundaciones del río Sagua La Grande en el Website:
-
-
-
ARCHIVO SABANEQUE
1970 - 2009
-
-
-



lunes, 5 de octubre de 2009

Inundación de 1906. Tercera Parte

-
Narración de Alcover, minuto a minuto.




ANTECEDENTES

Mis telegramas puestos en los momentos críticos, lo mismo durante la primera avenida que al iniciarse la segundoa que culminó con la catástrofe habrán dado a conocer a los lectores de “El Mundo” el proceso inicial de este hecho terrorífico y espantoso que ha dejado sumido a un pueblo en la mayor consternación.

El 24 de Septiembre de 1894 una inmensa creciente cubrió en su totalidad a Sagua, sembrando el espanto y la miseria en todos los hogares, desalentando a los capitalistas y amenazando con el aniquilamiento a una de las más importantes plazas comerciales de Cuba. El gobierno español, por un lado, y por el otro las poblaciones todas de la Isla, enviando sus auxilios, constribuyeron al reincremento del pueblo que cual nueva Ave Fénix, renació de entre sus propias cenizas. El desfile habría empezado ante el peligro constante, pero las gestiones practicadas en el sentido de evitar la repetición del ma, volvieron la confianza a los espíritus. Además, aún cuando este río crece regularmente dos o más veces cada año, por los meses de Mayo y Junio, Septiembre y Octubre, no es menos cierto que las inundaciones totales fueron raras, rarísimas, en una frase: desconocidas para los pobladores actuales. En el primer tercio del pasado siglo (1837) hubo una gran inundación que cubrió toda la llanura hasta las faldas de la Serranía de Jumagua. Desde entonces hasta llegar al 1894 solo había habido crecientes más o menos grandes, pero que tenían tan acostumbrado a este pueblo que casi las tomaba como un espectáculo para recreo de la vista. Al acontencer la catástrofe referida del 94, la conformidad, no obstante, bien pronto se apoderó de todos, pues nadie podía pensar que fenómeno tan funesto pudiera repetirse a cada rato.

Sin embargo, la prensa local no ha perdido oportunidad de hablar sobre tan vital cuestión. El que escribe, entre otros, ha emborronado muchas, pero muchas cuartillas, previendo siempre la “reprisse” de la tragedia del 94. Lo mismo que si se predicara en desierto. Pero hay que ser justos. El gobierno colonial está en parte disculpado porque a los cinco meses de ocurrir la gran inundación, estalló la revolución, y bien sabemos todos que en esta etapa de la historia de Cuba poco o nada podían importar a los gobiernos de Madrid, las desgracias de un pueblo de Cuba. La cuestión, sin embargo, como queda dicho, se ha planteado distintas veces al Gobierno de la República.


MOMENTOS DE ANSIEDAD

Con las primeras aguas de Junio, el río empezó su crecimiento adquiriendo proporciones alarmantes, pues llegó a besar el borde de la acera del portal del Casino Español, uno de cuyos frentes da precisamete al río. Pasé mis telegramas a “El Mundo” que no faltó quien calificara de exagerados, por más que ni eso valió para que viéramos que el Sr. Secretario de Obras Públicas se tomara la molestia de enviar- como pasa en cualesquiera otra de las naciones del globo – una comisión de ingenieros para que estudiara el mal.

Pero el río empezó su descenso y ya no me tomé tampoco yo el trabajo de ir por sus laderas a observar su aplacamiento. Esta actitud mía quizá sirva de justificativo al aludido Sr. Secretario que como antes digo, maldito si se ocupó de que a este pueblo se lo tragara el caudaloso Sagua La Grande. Por ventura ni leyó los telegramas, no obstante que esa redacción los encabezó con negros y llamativos titulares. Pero no recalquemos ahora la recriminación, que ya llegará el momento por sus pasos contados.

El 14 por la media noche, rompió a llover de nuevo en forma torrecial. Lo de menos sería que en Sagua estuviera cayendo agua del cielo por año corrido, pues esa lluvia no constituye ninguna amenaza. El mal está en que llueva por Santa Clara, nacimiento del río y por la zona que riegan sus afluentes. Y esto era lo peor que ocurría. Al amanecer del 15, empezó a circular la noticia de que el río venía “metiendo mucho agua”, que es la frase corriente; y tanta agua metió, que a eso de las seis de la tarde, el nivel de la superficie líquida distaba de la cama del puente solamente unos 6 pies. Empezaron a cruzarse los telegramas con la autoridad provincial y otras municipales, cuyas informaciones en respuesta eran bastantes para sembrar la alarma: llovía en todas partes, y llovía a cántaros. El río mientras tanto, seguía subiendo y el pueblo entrando en zozobra.


EL DIA DE LA CATASTROFE


Amaneció el 16 de Junio. Al despertar yo eso de las cuatro de la madrugada, sentí que llovía fuerte, abrí el postigo de la ventana de la habitación y observé un cielo cerrado, negro, muy negro por el sur. Espectador del cataclismo del 94, me dije: “malo, malo está esto”, y pronto me vestí y me eché a la calle. Fuíme al Casino, punto que sirve de anfiteatro a los curiosos y observadores y ví que el río estaba a una pulgada escasa del piso del portal. Y seguía lloviendo en la provincia y la corriente con una velocidad vertiginosa.

Dándome cuenta entonces de mi cargo de corresponsal de “El Mundo”, me dispuse a entrevistarme con el Alcalde Municipal P. S. mi querido amigo el Sr. D. Carlos Alfert y a recorrer lugares apartados de la Villa por donde también pasa el río y tiene este su comunicación con la siempre y por donde quiera que se la mire funesta laguna de Hoyuelos. Llovía a cántaros y el viento era tan fuerte que se me rompió el paraguas y el agua me calaba las ropas. A las 7 de la mañana me encontraba de regreso en el centro del pueblo. Ya no me quedaba la menor duda de que Sagua se vería inundada antes del mediodía. Aún me tropecé con incrédulos, con algunos de esos sabios que todo lo saben y nada ven que me decían que el río, cuando más, llegaría a la calle Colón. Ví el Alcalde, y vi al hombre apurado, pero confiado, sin embargo, en que acaso tuviéramos la suerte de que no se diera la repetición del cuadro terrible de 1894. Sin embargo, celoso de su cargo tomada medidas y corría de un lado para otro bajo el torrencial aguacero.

Fui al telégrafo y puse otro parte a esa publicación. Salí de la estación y me dirigí al escritorio comercial del Sr. Alfert que en aquel instante salía con la alocución anunciando al pueblo la proximidad del aluvión terrible. Tuve que llevarlo a hacer en la imprenta de mi propiedad, porque todas las demás habían desarmado totalmente sus equipos respectivos. Mis cajistas que estaban locos poniendo en salvo todo el material de la casa y que a duras penas si se desenvolvían con franqueza, porque la fuerza del viento, acompañdo de la lluvia, hacía que las puertas de la calle estuvieran cerradas, faltando la caridad tan necesaria adentro para trabajar, mis cajistas, repito, me objetaron que era materialmente imposible hacer el trabajo no solo porque era largo sino porque no había tiempo. Tuve que arengarlos casi, haciéndoles comprender que por humanidad estábamos obligados a llevar la fatal nueva al último hogar del pueblo para que la salvación pudieran por igual alcanzarla todos, les dije que la apatía característica de nuestro pueblo era causa de que muchas familias permanecieran todavía tranquilas sin que nada preparado; y por último para que no me opusieran más reparos tronché la alocusión oficial y dejé reducida a lo siguiente:


ALCALDIA MUNICIPAL
AL VECINDARIO

“El estado de la creciente del río y la continuación de las aguas, hacen presumir que de las 12 a la 1 del día puede estar inundada la Villa en todos sus lugares.”

“Los vecinos deben elevar sus muebles, efectos y todo cuanto tenga algún valor, a la artura que sea necesario.”

“Es así mismo oportuno que se vayan colocando las familias en los lugares que cada cual elija para evitar atropellos siempre perjudiciales. También cada familia debe adquirir víveres para 24 horas por lo menos.”

“Cada familia debe tomar del Acueducto y de los algibes aún no inundados, agua para dos días, economizándola todo lo posible.”

“Por último, si por desgracia las aguas cubrieran todo el pueblo, todos deben dar muestras de calma y serenidad que es lo que en las grandes ocasiones evita mayores peligros.”

“Esperamos en la Providencia que todas estas indicaciones sean innecesarias y tengamos todos calma y valor para soportar la adversidad.”

“Sagua La Grande, 16 de Junio de 1906
El Alcalde P.S.
Carlos Alfert”

A las 12 del día, la banda de cornetas del benemérito cuerpo de Bomberos del Comercio, por órden del Alcalde, empezó a tocar “sálvese el que pueda”, y aquello fue entonces atroz. Habría que ver como corría el pueblo de un lado para otro, buscándose los unos a los otros, procurándose lugar de salvación, proveyéndose de víveres los que podían o eran previsores, y contratándose carpinteros y peones por todas partes para el salvamento de muebles y efectos. A todas estas lloviendo a cántaros, porque el agua no cesó ni un momento. La hora del pánico general había llegado.

LAS AUTORIDADES

El señor Alfert cumplió como bueno. En la calle constantemente, dictaba por momento órdenes de carácter general y verbales. Le auxilié en cuanto pude como secretario particular que me hizo en esta agitación. La comunicación telegráfica con el señor gobernador civil, era constante. La autoridad provincial estuvo dignísima y merece caluroso aplauso. Todas las miradas de la muchedumbre arremolinada en la calle de Martí a la vista del puente, esperaba de un momento a otro la caída de la monstruosa superestructura férrea; pero el Alcalde, previsor, mandó a unos abnegados obreros a que destruyeran las barandas, a fín de evitar que al detener estas las empalizadas arrastradas por la impetuosa corriente y servir de obstáculo o contén al agua, fueran a ser la causa de un derrumbamiento. El agua ya batía el costado del puente y seguía subiendo amenazadora.

Invitado atentamente por el señor alcalde municipal, fuimos en coche, acompañados de otras dos personas, a recorrer la población, visitando la casa Ayuntamiento, la cárcel, el hospital,las estación de ferrocarril, plaza de mercado, el rastro y, en una frase, las calles todas de la Villa. Cuando recorríamos ese trayecto, ya el pueblo empezaba a inundarse. En la calle de Colón, a dos cuadras del “paso” entramos con el coche hasta donde el agua nos llegaba a 6 pulgadas del asiento, para recoger a una anciana y un niño que valerosamente trataban de salvar unos bomberos. Recorriendo constantemente las calle sestuvimos, metiéndonos inclusive en lugares peligrosos, hasta las cinco de la tarde, hora en que cansada la bestia que arrastraba el vehículo y sitiados por el agua, decidimos ponernos a salvo. El alcalde tomó el caballo de un vecino y se echó al agua y yo me fui al alto interior del establecimiento de víveres y panadería “La Vascongada”, sita en la calle de Solís esquina a la de E.J. Varona en donde ya tenía desde las once de la mañana en salvo a toda mi familia.

Al llegar a este punto no resisto el deseo de hacer una pública demostración de gratitud a los dueños de dicha casa comercial, señores Médez, Azpiaza y Compañía, que se colocaron a una altura envidiable, colmándonos a todos los refugiados en su casa, de infinitas atenciones y haciéndonos menos sensible la desgracia, pues pusieron su cocina, su tienda y sus personas y las de sus dependientes a la disposición de todos sin cortapisas de ningún género. Igual hicieron después cuando a las puertas de la casa “atracó” un bote tripulado por unos atrevidos vecinos que venían en busca de víveres para los salvados en la casa escuela Machado.

LA INUNDACION.


A las cinco y media de la tarde, Sagua estaba bajo las terribles y enturbiadas aguas del Undoso.
A las siete de la noche había una vara de agua en el patio de “La Vascongada”.

Lo demás que ví durante la inundación, lo vi desde el tejado de la casade los señores Méndez, Azpiazu y Compañía.

La noche iba entrando, obscura y lóbrega, en tanto que el agua, con una corriente intensísima y arrolladora y produciendo un ruido de torriente despeñado, sembraba el espanto de todos los semblantes. Para calmar la nervosidad, natural de las mujeres, teníamos que mentir y decir que empezaba el descenso cuando con más rapidez crecía el furioso elemento.

Nada hay más aterrador que el espectáculo de una inundación en medio de una noche lluviosa y obscura. Tanto el alumbrado eléctrico como el de gas estaban interrumpidos y para colmo de desgracia,el acueducto no funcionaba . Desde el tejado a donde me subí, quise ver algo; pero ¡quiá!. La obscuridad era aterradora y el ruido monótono del agua chocando con fuerza contra los obstáculos, causaban un efecto infernal.

Continúa la narración de Alcover…



-
-

Más sobre las inundaciones de Sagua La Grande en el Website:

http://meteoros.tripod.com

-
-
-
ARCHIVO SABANEQUE
1970 - 2009

-

-

-

viernes, 25 de septiembre de 2009

Inundación de 1906 - Segunda Parte

-

Inundación en los días 16 y 17 de Junio de 1906
PRIMEROS TELEGRAMAS A “EL MUNDO”

...continuación...

Sagua La Grande, 15 de Junio –

El río, ya encauzado, ha vuelto a crecer rápidamente cubriendo el muelle y amenanzando con una avenida mayor que la última. Del barrio de Sitiecito piden auxilio. En Cruces y santo Domingo llueve torrencialmente. Lo mismo sucede aquí con fuerte viento del Sur. La alarma cunde en el vecindario, comentándose duramente la indiferencia del gobierno que no manda estudiar un caso que afecta a la vitalidad económica de esta plaza.


El Senador Bacardí, que se halla de tránsito, ha podido apreciar la magnitud de la calamidad. ¿Sobre quién recaerá la responsabilidad de lo que ocurra?


Sagua La Grande, 16 de Junio – 6:15 tarde-

Un telegrama del gobernador dice que llueve mucho en toda la provincia, anunciándose una perturbación ciclónica en la costa norte. El pueblo intranquilo y alarmadísimo recorre las calles ansioso de noticias. El río sigue creciendo de una manera extraordinaria. Acabo de hablar con el alcalde, quien se muestra hódamente preocupado. Me ha dicho que no se alarmó tanto en la primera avenid. Piensa publicar un bando con instrucciones para el caso de ocurrir la inundación que se teme. Las fuerzas públicas se encuentran preparadas. Oyese solamente cargos contra el gobierno, cruzado de brazos ante el peligro que corre esta Villa. Se ha ordenado que funcione toda la noche el alumbrado elétrico. El acueducto presenta una interrupción. Aseguro que reina una gran ansiedad, teniéndose una catástrofe. Se ha enviado un tren de auxilios a Sitiecita.


Junio 16,- (Demorado por interrupción.)-

El río continúa creciendo de un modo amenazador. Falta un pie para inundar el Casino Español. El temporal de agua es tremendo en toda la provincia, sin indicios de que termine pronto. El pueblo está lleno de anciedad y todos pronostican la ruina de Sagua porque definitivamente se alejarán los capitales. Solo se oye censurar la indiferencia del gobierno que ve impasiblemente la ruina de esta Villa sin hacer el menor esfuerzo por evitarlo. Si continúan subiendo con igual violencia, no puede ponerse en duda que ocurrirá aquí una catástrofe.


Junio 16,- (Con retraso por interrupción línea.)-

La situación de este pueblo es apuradísima. Todo el vecindario se encuentra en la calle lleno de ansiedad. El río acaba de inundar los salones del Casino Español, subiendo con tal rapidez el agua que asombra a los habitantes viejos, acostumbrados ya de estas inundaciones. Llueve torrencialmente sin cesar con viento fuerte. Las autoridades y los bomberos prestan auxilio. Existe incomunicación completa por ferrocarril. La indignación del pueblo contra la indiferencia del gobierno es muy grande. No sé si podré telegrafiar, porque me encuentro con mi familia en el tejado.


Junio 16, 1906. 1:10 p.m. -

“Río continúa creciendo de manera no da lugar duda posible inundación pueblo. Cubierto puente. Llueve torrencialmente. Acabo pedir tren auxilio Isabela con embarcaciones pequeñas. Publicada alocución pueblo para que esté preparado ante peligro inminente”
Carlos Alfert


Junio 16, 1906. 6:00 p.m. -

“Recibo su telegrama, muy agradicido: pueblo ya inundado. Recorro calles, establecimientos públicos; presos en el Ayuntamiento. Hospital por ahora salvo. Sale tren Isabela. Temo no pueda llegarle este parte; sin comunicación”.
Carlos Alfert

(Los dos telegramas anteriores fueron dirigidos al Gobernador Civil).


Santa Clara, Junio 17 – 9 de la noche –

“El Alcalde de Santo Domingo ha participado telegráficamente al gobernador que, según noticias procedentes de Santa Teresa, y que se han recibido por la vía de Sitio Grande, se notan desde allí señales de un gran incendio en Sagua.”

“El Alcalde de Camajuaní ha anunciado, a la vez que el de Caibarién señor García, pasó por la localidad primeramente citada y en dirección a Sitio Grande, con elementos para combatir el fuego.”

“El Alcalde de Caibarién ha anunciado a las 3 de la tarde que el agua baja paulatinamente y que el almacén de útiles del ferrocarril de Sagua, según se divisa desde Santa Teresa, está ardiendo. Supónese que sea esa una señal desesperada de auxilio”.

“El inspector de la policía especial, Sr. Méndez, ha telegrafiado pidiendo con toda urgencia auxilios para Sitiecito donde el alimento escacea”.
Laredo
Santa Clara, Junio 17 – 11:25 de la noche –

“En tren especial y acompañado del doctor Tristá y otras personas que tienen familiares en Sagua, acaba de salir para dicha localidad el gobernador de la provincia”.
Laredo


De Santo Domingo – Junio 18 –

“Jefe sección telégrafos –Habana- Por telegrama de la empresa. Vía Guaracabulla, acabo de saber que el gobernador de la provincia pudo llegar a Sagua después de muchas dificultades, encontrando la Villa en un estado espantoso. Aún no se tiene conocimiento de las desgracias personales. Han ocurrido varios incendios por el carburo de cálcio. Muchas calles han sido destruídas y en el barrio de San Juan el agua ha derrumbado algunas casas. Los reparadores en la línea desde esta mañana me anuncian muchos postes en el suelo. De oficinas y personal de telégrafos de Sagua nada he sabido. Procuro informes”.

Mallo


Santa Clara, Junio 18 –

“El gobernador Alemán ha recorrido 2 kilómetros a pié entre terraplenes destruídos, llegando a Sagua. Telegrafían que el aspecto de la ciudad es espantoso aunque no hay desgracias personales, pero si grandes perjuicios materiales. Calles destruídas y atascadas. Dos incendios destruyeron los establecimientos de ferretería “La Llave”*, una fotografía y una barbería. Alemán recorrió las calles y pide** fuerzas de la rural contra los rateros así como al gobierno central recursos inmediatos y brigadas de saneamiento, para impedir una epidemia. En el barrio de San Juan hay varias casas destruídas y arrastradas por la corriente”.

Laredo

Sagua La Grande, Junio 18 de 1906 –

Señor Director de “El Mundo”
“Solamente una obligación como la que, con gusto, me he impuesto, de informar a esa importante publicación acerca de cuanto ocurra en Sagua puede darme ánimo para relatar ligeramente siquiera el tremendo c u a d r o que con todos sus más horripilantes escenas acaba de desarrollarse en la Villa del Undoso, de ese río que ya deja de ofrecer encantos a este pueblo heróico para ser su espanto permanente. Si no fuera esa obligación, digo yo, me abstendría de hacer la descripción del drama espantoso, cuyo autor, “el elemento agua”, y que como actor ha tenido al pueblo cubano más sufrido, lleva y llevará por título en la historia; “La espeluznante inundación de Sagua”.
Antonio Miguel Alcover y Beltrán



*Información errónea. Perteneciente a este establecimiento, solo fue destruído por el incendio un depósito establecido en frente de sus almacenes.

**A solicitud del Alcalde de Sagua, tracé sobre le papel la petición.


-
-
Para ver las inundaciones del Undoso, ir al Website:
-
-
-
ARCHIVO SABANEQUE
1970 - 2009
-
-
-

jueves, 24 de septiembre de 2009

Detalles de la inundación del Undoso en 1906

-
Inundación en los días 16 y 17 de Junio de 1906
PRIMEROS TELEGRAMAS A “EL MUNDO”


Sagua La Grande, 9 de Junio-9:20 a.m.-

Desde el jueves, a las 11 de la noche llueve sin cesar y sin que en los momentos en que telegrafío haya indicios de normalizarse el tiempo, lo que motive justa alarma de la población temerosa de que pueda repetirse el horrible cataclismo del 24 de Septiembre del año 1894 y que el pueblo recuerda con natural espanto.

El Alcalde Municipal señor Carlos Alfert me ha enseñado un telegrama ririgídole anoche por el general Alemán, gobernador civil, anunciando perturbación ciclónica por el S.O. y grandes aguas en la provincia y recomendando que se tomen precauciones para contrarrestar el posible aluvión.

Acompañado del Alcalde, bajo torrencial aguacero, calándonos el agua, fuimos al puente para observar el estado del río que aún cuando su corriente es fuerte y está creciendo, parece ofrecer tiempo para preocuparse.

Piensa este pueblo que el gobierno preocupándose más de la salud pública y de los cuantiosos intereses de tan importante población como Sagua, debería estudiar el problema de librarla de futuras inundaciones.

Si en Santa Clara y zona intermedia hasta esta Villa llueve con igual intensidad, puede temerse la inundación que equivaldría a la ruina de una de las mejores poblaciones cubanas.

Alcover


Sagua La Grande, 9 de Junio – 4:15 p.m. –

El río sigue creciendo de manera descomunal, subiendo de su nivel natural quince piés. Las aguas cubren totalmente el muelle municipal y se teme que inunde esta noche las casas de la orilla, entre ellas principalmente el Casino Español.

El tiempo continua metido en agua, observándose el cielo, hasta el horizonte, negro, significando que persistirá la perturbación.

A pesar de la lluvia los curiosos llenan el puente. Malecón del Casino y todo el litoral del río.

Empieza a cundir la alarma oyéndose censuras acerbas para los que han visto con indiferencia esta cuestión importantísima de vitalidad para Sagua.


Sagua La Grande, 10 de Junio – 10:30 p.m. –

El temporal de agua continúa sin que señal alguna en el cielo indique pronta terminación. Hasta el momento en que telegrafío han transcurrido setenta horas de constante llover.

El comercio, la industria y todas las transacciones en general se hallan perjudicadas por la falta de movimiento. La zafra puede darse por terminada definitivamente, pues llueve igual en los campos.

El río sigue aumentando el caudal de sus aguas. Las autoridades municipales toman precauciones y se hallan sobre aviso.


Sagua La Grande, 10 de Junio – 10:40 noche –

Al mediodía levantó el tiempo despejándose el cielo. Se observó alguna claridad solar.

El río continúa crecido y ello demuestra que en Santa Clara deben seguirse sintiendo los efectos del temporal de agua. Se han inundado algunos barrios.

Desde las doce no ha vuelto a llover, pero la temperatura es sumamente calurosa.

Se ha restablecido la calma en el vecindario. Con motivo de la crecida del río, gran número de personas ocupa el puente, lo que dá a aquel sitio el aspecto de un paseo público en día festivo.

Resulta hoy más que nunca la imperiosa necesidad de construir otro puente en la parte sur, pues ahora los campesinos se ven impedidos de traer sus frutos a este mercado.



Sagua La Grande, 11 de Junio – 8:00 a.m.-

El rápido crecimiento del río y la inundación del barrio de Sitiecito, ocacionó extraordinaria alarma en el vecindario que temió que la inundaciuón fuera completa.

El Alcalde Alfert, el capitán de la Guardia Rural, el jefe de bomberos y el de policía Sanabria, estuvieron toda la noche en movimiento, prestando auxilios, con las fuerzas a sus órdenes, a los vecinos de la calle de Rivera, toda bajo el agua.

A las 2 de la madrugada los vecinos de Sitiecito pidieron un tren de auxilio, que no pudo ir, previéndose que ocurriera cualquier catástrofe en alguna alcantarilla.

El Central “Santa Teresa”, a petición de la rural, envió una locomotora con carros propios que no fueron utilizados.

Celébrase mucho la actividad demostrada por las autoridades, que no durmieron en toda la noche.

El río sigue creciendo, no obstante haber abonanzado el tiempo.

La corriente arrancó el tinglado del muelle.

No ha habido que lamentar desgracias personales, hasta ahora.



Sagua La Grande, 11 de Junio – 9 de la noche-

Ha comenzado el descenso del río.

El tiempo presenta mejor aspecto.
Los lugares donde se produjo la inundación, empieza a producir miasmas.

Sería conveniente que el departamento de sanidad tomase las medidas oportunas para evitar enfermedades.

Subsiste la imperiosa necesidad de que el gobierno designe una comisión de ingenieros con el encargo de hacer sobre el terreno un detenido estudio y que proponga lo conducente a evitar la repetición de esas inundaciones que causan grandes quebrantos a la industria y el comercio, ahuyentando los capitales y haciendo que se pierda la confianza.

El representante martínez Ortiz, que llegó hoy a la Villa, observó desde el puente la magnitud del mal. En aquel sitio tuve el gusto de saludarle.

Merecen aplauso las autoridades por la actividad y celo que han desplegado en estos días.


Durante los días 12, 13 y 14, parecía que el tiempo había normalizado y que todo el peligro de una inundación había desaparecido. Pero, como seguidamente se verá, no sucedió así.

...continúa...

-
-
Las inundaciones del Undoso se pueden encontrar en el Website:

-
-

ARCHIVO SABANEQUE

1970 - 2009


-


-

jueves, 23 de julio de 2009

El Ciclón del 33 según tercer testigo

-
El Ciclón del 33
Cronista: Manuel García Iglesias
Contado en 1978

Después de varios meses de forzada ausencia regresé a nuestra Villa el día 30 de Agosto de 1933 por la noche. Al día siguiente fui a visitar a mis buenos amigos Miguel Castellanos Rodríguez, Alcalde de facto y Víctor Reyes Mayía, Secretario de las Administración Municipal. Estuve mucho rato en el despacho del Alcalde, y a eso de las doce del día se recibió un telegrama del Observatorio Nacional avisando que se acercaba un ciclón amenazante para la costa Norte de la Isla, recomendando se tomasen precausiones. Recuerdo que Miguel exclamó: “¡Ahora, lo único que nos faltaba: un ciclón!”.

Pero la realidad, nadie le dio gran importancia al aviso, pues todas las mentes estaban concentradas en el ciclón político que estaba desatado sobre toda la República, amén del hecho de que en Sagua no se sentían los efectos directos de un huracán desde el año 1888, cuando desapareció el barrio Isabelino de Casablanca.

Verdaderamente yo casi no me acordé más del asunto hasta que estando de visita por la noche en casa de mis estimadas amigas, las hermanas Pinto-Silva, escuché los estridentes alaridos de la sirena del Cuartel de Bomberos y algunos toques de corneta. Me despedí de mis amigas y fui hacia Fornos. Allí me encontré con mi primo Tomás Angelino Torres, “Chicho”, Secretario del Jusgado de Instrucción, quien al verme me dijo: “Yo se que tu familia no está aquí, ven para casa y lo pasaremos juntos. Y con Chicho me fui para su casa, en Carmen Ribalta entre marta Abreu y E. J. Varona. Aquella casa tenía una fachada de mampostería impresionante, pero el resto era de madera y tejas. Allí se sintieron muy fuertes los efectos del meteoro, y todos tuvimos que colaborar arduamente en la defensa del inmueble. Mi prima Irene, su esposo Abelardo Fernádez, sus hijos Irma, Digna, Juan y Abelardito, conjuntamente con “Chicho” y yo empujamos parejo contra la furia del viento. La casa se destechó parcialmente. Temprano en la mañana del día primero de Septiembre veíamos pasar por la calle las chispas llameantes del fuego que se desató en el tostadero de café “El Brazo Fuerte” de Antonio Morón.

Cuando pude salir a la calle mi ánimo quedó abatido al ver los grandes destrozos sufridos por la Villa. Especialmente los barrios pobres y rurales fueron arrasados.

El río creció como nunca antes lo había visto, ocasionándose pocos días después un gran pánico al propalar alguien la especie de que el dique se había desplomado.

A los pocos días llegó el Presidente provisional Dr. Carlos manuel de Céspedes, para estar junto al pueblo sagüero en su aflición. Nunca olviso que el Hotel Sagua, mientras se impovisaba una comida en su honor, a la luz de velas y quinqués una comisión de maestras sagüeras pedía al Sr. Presidente aumento en sus magros sueldos, en los precisos momentos en que el Dr. Céspedes era desplazado de su cargo por el incruento golpe militar –estudiantil del 4 de Septiembre.

Se estableció una cocina económica en el viejo edificio que estaba al fondo de la Iglesia Parroquial, donde más tarde se construyera el cine “Alcázar”, estando esa cocina a cargo del Sr. Carlos marús, y prestó muy buenos servicios a la comunidad.

A pesar de las dificultades políticas y económicas del momento muchas organizaciones enviaron socorros, recuerdo a la Cruz Roja, la Hermandad Ferroviaria y el Directorio Estudiantil. Fue entonces qye conocí al amigo Mario Riera, hoy Historiador y dirigente del Municipio de Bayamo.

Pero donde la tragedia alcanzó caracteres inenarrables fue en la Isabela y en Cayo Cristo. Tanto una como el otro quedaron totalmente devastados, pereciendo un numeroso grupo de vecinos en Cayo Cristo, casi todos veraneantes.

El Dr. Pedro N. Arroyo y su familia abandonaron el Cayo a tiempo. Pero hubo terquedad y obstinación por parte de los demás, y casi todos perecieron. Esperaron la fuerza de la tempestad en la residencia del Sr. José Bory, produciéndose una especie de maremoto que dividió el cayo en dos partes y arrasó con todo. Entre los sobrevivientes, muy pocos, recordamos a Pascualito Pérez y su amigo el morenito Lazarito, que milagrosamente se agarraron a unos mangles y allí capearon, sin saber como, la tormenta.



-
-
-
Para ver más sobre Huracanes e Inundaciones
de Sagua La Grande, visita el Website:
-
-
-
ARCHIVO SABANEQUE
1970 - 2009
-
-
-

sábado, 18 de julio de 2009

El ciclón del 33 según otro testigo

-
El Ciclón del 33
Cronista: Jorge Rodríguez Peñaranda
Contado en 1978

-
En mi casa, cuando era niño, mis padres y mis tías me hablaron muchas veces del ciclón de 1888. Los de su generación guardaban amargos recuerdos de los estragos causados por aquel huracán que afectó a toda la comarca sagüera y causó graves daños en la propia Sagua y también en la Isabela. Aquellos relatos databan por entonces de casi cincuenta años y la pesadilla de un ciclón era algo tan remoto que en Sagua se pensaba que jamás volvería a suceder algo similar. Y así, por no prestar temprana atención a los avisos del Observatorio del Colegio de Belén, la población de Sagua y de la Isabela fue tomada por sorpresa por el violento temporal que azotaba a toda nuestra zona en la madrugada de día 1ro de Septiembre de 1933.

Desde hacía días se había ido formando una de esas tormentas tropicales que son frecuentes en el Mar Caribe desde Junio hasta Noviembre. A pesar de la limitación de los medios de comunicación masiva de la época –cuando apenas se iniciaba la radio comercial y eran escasos los receptores en uso- la prensa diaria publicaba los boletines que emitían el P. Gutiérrez Lanza desde Belén y el ingeniero Millás desde su atalaya en la colina de la Cabaña.

La víspera del infausto día, los periódicos informaban que el ciclón se hallaba en las cercanías de las Islas Turcas y no representaba peligro inmediato para Cuba. Pero aquel meteoro, cual valeidosa damisela, súbitamente cambió su derrotero, inclinándose hacia el sudoeste. En la tarde del 31 de Agosto se recibieron en Sagua y en la Isabela avisos de inminente peligro emanados de los dos observatorios. “De mantener su rumbo actual-decían aquellos boletines-el ciclón podría afectar esta noche las costa norte de las provincias de Camagüey y Santa Clara”.

Recuerdo que mi padre, al regresar a casa aquella noche a las siete procedente de la Isabela, nos informó que Heriberto Manero que suministraba datos del tiempo como observador al Ing. Millás, había recibido un telegrama avisando sobre la creciente amenaza del huracán e igual había sucedido en el Colegio de los Jesuítas donde también se recibiera un mensaje urgente del Padre Gutiérrez Lanza. Mi padre, a la sazón administrador de la firma García Beltrán en la Isabela logró proteger aquella tarde dentro de la desembocadura del río una parte de la flota transportadora de azúcar –lanchas, patanas y remolcadores-salvándola así, como se vió después, de una segura destrucción. Pero en Sagua y en la Isabela pocos prestaron atención a aquellos conminatorios avisos. En Cayo Cristo muchas familias veraneantes hicieron caso omiso de la advertencia y sólo unos pocos regresaron a tierra firme aquella tarde.

El tiempo, por otra parte, estaba extrañamente tranquilo y bonancible en las horas tempranas de aquella noche de luna llena y nada presagiaba la inminencia del peligro. Pero a medida que nos fuimos adentrando en la noche, las condiciones del tiempo se fueron deteriorando dramaticamente. Cundió entonces el pánico y las autoridades organizaron con urgencia trenes de auxilio para evacuar hacia Sagua la población de la Isabela, que entonces contaba con unos 4 o 5 mil pobladores. En la mente de todos estaba muy presente la catástrofe provocada por el ciclón que había arrasado a Santa Cruz del Sur en Camagüey escasamente un año antes.

Por la madrugada, cuando por todas partes se escuchaba el insesante claveteo de los que así aseguraban puertas y ventanas, ya el huracán azotaba con furia a Sagua y la Isabela. Tan intensa era la fuerza del ciclón cuando lograron llegar a Sagua los últimos trenes de auxilio, consistentes en su totalidad de casillas de carga, que la mayoría de los evacuados tuvo que permanecer refugiada en la propia estación de ferrocarril y apenas unos pocos lograron aventurarse hasta el Hotel Telégrafo, a una cuadra de distancia. Otro grupo, más osado, logró refugiarse en el macizo edificio de la Parroquia. Ya no había fluído eléctrico y la furia de los elementos desencadenados se ensañaba con Sagua.

En nuestra casa de Carmen Ribalta volaron tempranamente las tejas del techo y comenzó a llover dentro tanto como afuera. La noche se fue llenando con el horrísono alular del viento que soplaba ferozmente y con el estruendo de los destrozos. Avanzando la madrugada, bajo lo más intenso del huracán, los refugiados en la estación y en el Telégrafo contemplaron horrorizados el devastador incendio que redujera a cenizas “El Brazo Fuerte”, el tostadero de café de Morón y Cía, situado al otro lado de la calle, en la esquina de Martí y Calixto García.

Con la llegada de los primeros albores del día, la intensidad del vientopareció amainar: era el paso del vórticeque según se pudo determinar más tarde, cruzó por la bahía de la Isabela, entre le poblado y Cayo Cristo. Después de las 6 de la mañana, el viento fue cediendo definitivamente y el ciclón se fue alejando de Sagua y sus alrededores. Poco a poco comenzamos a asomarnos a la calle y mi padre, angustiado, salió en busca de noticias sobre las familias de sus cuatro hermanos, residentes en la Isabela, a quienes algunos conocidos que acertaron a pasar, informaban haber visto en los trenes de auxilio en la estación o en el Telégrafo.

Y aquella mañana, mientras la lluvia no cesaba de caer como secuela del paso del ciclón, las calles de Sagua obstruídas por doquier por los árboles desarraigados, el tendido telefónico y del fuído eléctrico en el suelo y los montones de escombros causados poe el azote del temporal, se fueron poblando con los rostros angustiados de los isabelinos que buscaban algún refugio, sin noticias sobre la suerte corrida por el marítimo barrio. En nuestra casa hallaron acogida decenas de familiares, amigos y conocidos de mi padre a quienes fue preciso acomodar como se pudo, mientras se intentaba alimentarlos lo mejor posible.

Y surgió en aquella pobre gente, la urgente necesidad de saber que había sucedido en la Isabela, pues eran muchos los rumores, todos desoladores. Finalmente en la mañana del día 2, mi padre y mi tío Juan en unión de otros familiares y amigos, decidieron viajar a la Isabela por carrtera, que a pesar de los obstáculos, era de momento la única vía transitable. Con mil trabajos y tras largas horas de azaroso viaje lograron llegar un poco más allá de las salinas de Reguera y dejando allí el automóvil, continuaron andando. Ya en el pueblo, a partir de las Carboneras, el avance se les hizo aún más penoso, trepando sobre verdaderas montañas de escombros que aparentemente era todo cuanto quedaba de la Isabela. Y así atravesaron el pueblo y llegaron hasta la Punta.

La Isabela había sufrido duramente. Casi todas las casas y almacenes construídos sobre el mar entre la Aduana y el Hotel Miramar habían desaparecido. La enorme goleta “La Rafaela” había destrozado el puente de acceso a la Aduana y reposaba casi en el centro del parque, al otro lado de la Carrilera. La Escuela, el Teatro Capitolio y el Círculo Isabelino, situados frente al parque también habían desaparecido. En los almacenes de azúcar la destrucción era casi total: los pocos que habían quedado en pie habían perdido su techumbre y las contínuas lluvias empapaban despiadadamente el azúcar allí almacenada. La flota pesquera y la de transporte de azúcar había sido virtualmente arrasada por el mar. Un enorme barco de carga de bandera extranjera, al romper sus amarras había ido a encallar en Cayo Levisa, en el centro de la bahía. Y es que el ras de mar que provocara el paso del ciclón había hecho subir el nivel del agua a una altura increíble, como se pudo determinar por las huellas que dejara en su subida.

En el centro de Sagua los daños materiales no fueron tan violentos debido a la mayor solidez de las construcciones y a la contigüidad de las casas que les permitió defenderse mejor del vendaval. En el Parque de la Libertad habían caído a tierra dos de sus esbeltas palmas reales y el enorme mamoncillo del pario del Liceo, arrancado de raíz, reposaba sobre la calle Carmen Ribalta. Los centrales azucareros de la jurisdicción –Resulta, Santa Teresa, Corazón de Jesús, Resolución-habían sufrido cuantiosos daños. El Teatro Principal había quedado sin techo, pero los daños eran más graves entre las construcciones más humildes de Villa Alegre, Coco Solo y el Barrio San Juan. Uno de los edificios más afectados fue la iglesia del Colegio de los Jesuítas, que al perder también su techumbre, redujo a escombros el interior del templo, aunque los altares con sus imágenes se salvaron con escasos daños.

En los días subsiguientes se fue retornando gradualmente a la normalidad y comenzaron a llegar a la Isabela los cadáveres de las víctimas de Cayo Cristo que pudieron ser recuperados. A la mayoría se los llevó el mar para siempre y apenas un puñado logró sobrevivir milagrosamente aquella noche de horror. Años más tarde la comunidad sagüera quizo recordar la tragedia de Cayo Cristo y se erigió sobre la roca desolada una imponente cruz de piedra que recogió los nombres de los treinta y cuatro seres humanos que la muerte se llevó aquella noche de trágica recordación.

A los pocos días del paso del ciclón, cuando ya los isabelinos habían regresado a los que quedaba de sus hogares, una tarde surgió en Sagua un rumor que como reguero de pólvora se extendió por la población: ¡se rompió el dique! Durante horas la población despavorida corrió a buscar refugio en los edificios altos, ante el temor de que las aguas del Undoso, sin el freno del dique que reprimía sus acrecidos impulsos, inundara las calles del pueblo. Por fortuna, aquello no pasó de ser una falsa alarma y aquella noche todos dormimos tranquilos.

Por aquellos días y como consecuencia del paso del ciclón, Sagua y la Isabela recibieron la visita del Presidente Carlos Manuel de Céspedes que había asumido la máxima magistratura de la nación apenas dos semanas antes, a la caída del régimen de Machado. Estando Céspedes en Sagua se produjo en el Campamento de Columbia el día 4 de Septiembre el golpe de los sargentos que derrocó su gobierno y surgió un hombre, Fulgencio Batista, cuya sombra habría de proyectarse sobre la vida cubana por más de 25 años.

De la violencia e intensidad de aquel huracán quedó constancia en la cinta barométrica del equipo instalado en el Colegio de los Jesuítas que llegó a bajar hasta 711 milímetros. Es de presumir que en la Isabela bajara aún más. Así el ciclón del 33, que también afectó a Caibarién a Cárdenas y toda la costa septentrional de Cuba comprendida entre las ciudades, ha pasado a la historia como uno de los tres temporales de mayor intensidad que afectaron a Cuba hasta aquella fecha.

Por la desolación que dejara a su paso, por los enormes daños materiales que causara, por la irreparable pérdida de vidas que produjo en Cayo Cristo y por haber estado relacionado con un suceso de extraordinaria trascendencia en la historia de Cuba contemporánea, el ciclón de 1933 llena un capítulo triste en la propia historia de Sagua. En un acontecimiento que jamá olvidaremos los que aquella madrugada nos vimos expuestos a la furia de los elementos desenfrenados.

-
-
-
Más ciclones, inundaciones y otros meteoros de Sagua La Grande en el Website:
-
-
-
ARCHIVO SABANEQUE
1970 - 2009
-
-
-
Revista "El Undoso"Revista sagüera publicándose mensualmente desde 1970.
Para subscribirse a la revista debe llamar a:
-
Raimundo "Napoleón" Quintero (305) 383-9416
-
Y para comprar un TOMO, que reune las revistas de un año completo:
-
Don Juan Barturen: (305) 266-5031 (6865 SW 19 St, Miami FL 33155)
-
-
-
La revista se puede pedir gratis desde cualquier parte del mundo
(incluyendo a Cuba, claro está) al siguiente correo:
-
Revista El Saguero, 3672 SW 25 St, Coral Gables, FL 33133, U.S.A.
-
Por favor, un solo ejemplar por pedido.
-
-
-
NO SE PIERDAN TODOS LOS DOMINGOS "VIDEOS DE SAGUA LA GRANDE Y SU GENTE" POR EL CANAL 17 DE MIAMI (WLRN) CADENA TELEVISIVA "PBS" EN CUALQUIER PARTE DE U.S.A., Y EL MUNDO POR SATELITE.

"Unico Canal de U.S.A. con vistas de la Villa del Undoso desde 1995"
-
-
-
-

miércoles, 8 de julio de 2009

Huracán # 5 de 1878

-
En la madrugada del 7 de Septiembre de 1878, viniendo por debajo entre Calabazar de Sagua y Cifuentes, pasa por la zona sagüera el huracán # 5 de la temporada como una Tormenta tropical con rumbo Norte (ligera inclinación al Noroeste).

Este afectó también a Isabela de Sagua y los cayos.

-
-
-
Para ver todos los huracanes que han pasado
por Sagua La Grande, visita el Website SAGUA METEOROS
con un catálogo de Ciclones e Inundaciones:
en Internet desde 1998
-
-
-
La revista se puede pedir gratis desde cualquier parte del mundo
(incluyendo a Cuba, claro está) al siguiente correo:
-
Revista El Saguero, 3672 SW 25 St, Coral Gables, FL 33133, U.S.A.
Por favor, un solo ejemplar por pedido.
-
-
-
ARCHIVO SABANEQUE
1970-2009
-
-
-
NO SE PIERDAN TODOS LOS DOMINGOS "VIDEOS DE SAGUA LA GRANDE Y SU GENTE" POR EL CANAL 17 DE MIAMI (WLRN) CADENA TELEVISIVA "PBS" EN CUALQUIER PARTE DE U.S.A., Y EL MUNDO POR SATELITE.

"Unico Canal de U.S.A. con vistas de la Villa del Undoso desde 1995"
-
-
-
-
-
-

lunes, 15 de junio de 2009

El ciclón del 33 según los testigos

-

El Ciclón del 33.
Cronista: Dr. Marco Antonio Landa.
Contado en 1976

¿Qué recuerdos puede conservar en su memoria una persona, después de transcurridos más de 40 años, sobre los detalles de una gran catástrofe que se abatió sobre el pueblo en que vivían? Claro está, que el ciclón que azotó a Sagua la Grande la noche del 31 de Agosto y amanecer del primero de Septiembre de 1933, no puede clasificarse como catástrofe al modo como lo fue el gran temblor de tierra que asoló a San Francisco en 1906, o la erupción del Vesubio, o el ciclón “Flora”. Pero lo cierto es que aquellas horas interminables en que el viento sopló con fuerza destructora sobre toda la zona de Sagua, constituyó para mí un acontecimiento insólito, que en mi infantil imaginación adquirió inusitados caracteres de una gran catástrofe.

Los hechos básicos que recuerdo son los siguientes: estábamos en pleno verano, la estación de los grandes calores y las visitas a la playa; los deliciosos baños de mar en la Isabela, en la Punta, con Manuel (de quien ya he hablado en otra oportunidad) cuidando las instalaciones y vigilándolo todo, el sol quemante, el viaje azaroso en pobres “guaguas” que daban tumbos por una maltrecha carretera. (En Chile se les llama “guaguas” a los niños muy pequeños). Pero era la gran diversión, el contacto con el sol y el aire vivificante, la arena de la playa y los juegos al aire libre. Días antes del ciclón, alguien nos había dado un pequeño paseo en bote de remos por los alrededores del puerto, sin alejarnos mucho de la costa, por supuesto. El viaje terminó para mí, como de costumbre, con un mareo terrible. El vaivén de las olas siempre ha alterado el equilibrio de mis centros nerviosos. He resistido mejor los vaivenes de la vida, aunque estos, gracias a Dios, han sido menos violentos que aquellas olas saltarinas e inquietas.

El día 31 de Agosto no fuimos a la Isabela. Ya la atmósfera no parecía igual. Se barruntaba algo y no mucha gente se atrevió a ir a la playa. Sin embargo, los temporadistas continuaban disfrutando de las delicias del verano. En Sagua tuvimos algunos chubascos y las noticias, recibidas a través de frecuentes telegramas procedentes de La Habana, daban cuenta de la presencia de una perturbación ciclónica cerca de Cuba. No obstante, el peligro no parecía inmediato. Recuerdo, que con posterioridad oí decir a Rubé Badía que el capitán de un barco inglés, anclado en la Isabela, había advertido a las autoridades del eminente peligro y se había hecho a la mar para “cortar los vientos” antes que estos destrozaran su nave atracada al muelle. La gente de mar tiene fino el instinto y el navío sorteó bien los obstáculos de la naturaleza.

Las primeras horas de la noche nos mostraron un cielo estrellado, sólo opacado a veces por unas nubecillas bajas que se deslizaban veloces por la pista del firmamento, y que hacía dificial, para los no versados en meteorología, pensar en la inminencia de una alteración violenta de la calma habitual de las fuerzas naturales. Bien recuerdo las estrellas de aquella noche. Aun no conocía a Benavente, ni su “Los intereses creados”, pero huviera suscrito sin reservas sus versos famosos: “la noche ha prendido sus claros diamantes / en el terciopelo de un cielo estival”. Desde el balcón de mi casa –Céspedes, frente a “El Titán” (entonces “Casa Rey”) – se contemplaban en toda su infinita belleza y luminosidad. A pesar de las estrellas, a esa hora se sabía ya que la evacuación del pueblo de la Isabela había comenzado. Las calles hormigueaban de familias enteras que habían huído de una ras de mar, que efectivamente se produjo. (En otras partes se le llama “maremoto”. El mar se retira, en un silencio ominoso hasta una distancia increíble; después retorna, rugiendo como una bestia acorralada, y barre despiadadamente con cuanto encuentra a su paso, pues no se resigna a ocupar el lecho que ha dejado temporalmente vacío y avanza como queriendo desquitarse de todo el tiempo perdido mientras respetaba los linderos naturales de la costa).

En el edificio Beguiristaín, altos del Almacén Martínez, encontraron albergue muchas de aquellas familias. Las iglesias, las sociedades de recreo, los demás edificios públicos, se encontraban también atestados. La atmósfera comenzó a enrarecerse y al filo de la medianoche ya el viento soplaba con furia. Nos refugiamos en la escalera del edificio, junto con la familia del apartamento vecino, mientras se apuntalaban puertas y ventanas para que pudieran resistir la acometida del viento. Más tarde comprobaríamos que toda la cristalería de la parte superior de las ventanas de los balcones se había quebrado y que el agua había inundado las habitaciones del frente; las del fondo no habían sufrido nada, tal vez protegidas por las altas paredes de los edificios colindantes. Después de las primeras horas de angustia e incertidumbre tuvimos vagas noticias de un incendio que resulto ser el que destruyó por completo el tostadero del Café de Morón “El brazo fuerte”, situado en Calixto García y Martí. Por fín, temiendo que el viento nos acorralara en aquella escalera y pereciéramos todos aplastados, aprovechando un breve período de calma ( tal vez el vórtice del ciclón) nos trasladamos por la casa vecina, la imprenta de Armando Alvarez.

A las seis de la mañana la tempestad comenzó a amainar. A las siete había cesado pro completo.

De los acontecimientos porteriores a aquel día, los recuerdos son bien claros: la triste noticia de la tragedia de Cayo Cristo, donde perecieron, entre otros, dos compañeros de colegio, los hermanos Velazquez, y a la cual sobrevivió mi gran amigo Pascualito Pérez ; aquellos días interminables en que todo era confusión (recuérdese que además, acababa de ser derrocado el régimen del Presidente Machado); las gentes en las calles, isabelinos que no se decidían a retornar a sus casas, tal vez porque muchas de éstas ya no existían, barridas por el ímpetu incontenible del mar; las “cocinas económicas”, donde largas colas de vecinos esperaban pacientes la ración alimenticia que aliviaba la escasez de recursos; pospuesto el inicio de las clases y la iglesia del colegio totalmente destruída por el ciclón y por fín, las largas noches a oscuras, ya que el viento había arruinado los tendidos de energía eléctrica.




Cuatro díaz después ( y esto lo recuerdo por haberlo oído en mi casa, ya que el hecho escapaba a mi directa observación) supe que el presidente provisional de la república, Carlos manuel de Céspedes estaba en Sagua examinando los daños y visitando a los damnificados del ciclón. Se encontraba en el hotal Sagua , cuando, a la pálida luz de faroles y quinqués, un sargento de la Guardia Rural se acercó a él y con todo respeto, pero con gesto conminatorio, le comunicó que tenía órdenes de conducirlo inmediatamente a La Habana. El golpe militar del 4 de Septiembre se había consumado y comenzaba para Cuba una nueva etapa de su historia.



-
-
-
Más detalles en el Website de los ciclones e inundacuones sagüeras:
En Internet desde 1998
-
-
-
ARCHIVO SABANEQUE
1970-2009
-
-
-




Revista "El Undoso"Revista sagüera publicándose mensualmente desde 1970.
Para subscribirse a la revista debe llamar a:
-
Raimundo "Napoleón" Quintero (305) 383-9416

La revista se puede pedir gratis desde cualquier parte del mundo

(incluyendo a Cuba, claro está) al siguiente correo:

-

Revista El Saguero, 3672 SW 25 St, Coral Gables, FL 33133, U.S.A.

Por favor, un solo ejemplar por pedido.

Revista "El Undoso"

Revista "El Undoso"

Revista "El Undoso"

Revista sagüera publicándose mensualmente desde 1970.

Para subscribirse a la revista debe llamar a:

Raimundo "Napoleón" Quintero (305) 383-9416

Y para comprar un TOMO, que reune las revistas de un año completo:

Don Juan Barturen: (305) 266-5031 (6865 SW 19 St, Miami FL 33155)

Revista "El Sagüero"

Revista "El Sagüero"

Revista "El Sagüero"

La revista se puede pedir gratis desde cualquier parte del mundo (incluyendo a Cuba, claro está) al siguiente correo:

Revista El Saguero, 3672 SW 25 St, Coral Gables, FL 33133, U.S.A.

Por favor, un solo ejemplar por pedido.

Programación en Español del Canal 17

Programación en Español del Canal 17

Colecciones

Colecciones
Museo Privado